HACHANDO LOS ALAMBRADOS Una tarde entre dos luces de su zaino malacara, se apeó frente al Juzgao Serapio Telmo Miranda; era un gaucho alto, fornido, con sombrero de ala ancha, blusa negra de merino, bombacha obrera, bota alta, cinto tejido de tiento y un largo facón de plata. "Vengo porque me han citao" dijo con cierta arrogancia. -¿Vos sos -repuso el alcalde- Serapio Telmo Miranda? "En nombre y apelativo, el mesmo que viste y calza". -Han llegado a mis oídos mentas de tu mala fama, que no hay alambrado alguno que no le hayas metido hacha. ¿Cómo es que habiendo tranqueras pa'dentrar a las estancias, cruzás por los alambrados hachándolos a mansalva; ¡esa sorda cobardía no cabe en un alma gaucha! ¿No sabés que en esos campos hay mucha hacienda baguala, y vos les abrís camino porque se te da la gana? -Voy a contestarle al hombre y a la ley que me demanda: yo soy hijo de esta tierra, y engendro de su entraña; ella me formó en su vientre y me acarició con su crianza; Palpitan en mi existencia fibra de ombuses y tala, de la sustancia del pasto es la fibra de mi sabia. Y cada alambre que estiran compriendo que me separan, del corazón de los míos y se divide mi raza; Que de mi madre me alejan y empiezo por añorarla, pues los cercos la agringan y le transforman el alma, los alambrados achican el amor de Pachamama. Yo soy de origen indígena, mi madre también indiana, mi abuelo, mi bisabuelo, hasta el nacer de la raza; que engendrara el fecundante vientre de la tierra incaica, mezclada con la simiente de la flora y de la fauna, y todo cuanto madura bajo la azul lontananza. ¿Cómo pueden vender, digo, un retazo de mi Pampa, sin cometer el delito de hacer una venta falsa?; Si la tierra es de naides ¿cómo pueden negociarla? De haber un dueño, ¡es el indio! que es la tierra en cuerpo y alma, después del indio no existe más dueño que el sol y el agua. Por eso es que con mi corvo donde quiera me abro cancha porque el intruso se empotra entre los campos que alambra; y cada alambre es un gringo que el camino nos ataja, y ya no queda un retazo donde clavar una estaca pa'que aten los caballos los huérfanos de mi patria. -¡Basta! -repuso el alcalde-, me has dao una lección sabia, yo también soy argentino y llevo un indio en el alma; en los campos de batalla de las largas guerras gauchas, al tropel de los baguales abrí claros con mi lanza, entre zumbidos de bolas y entreveros de armas blancas. ¡Ya mismo, amigo Serapio, monte en el malacara! y dentre a cruzar por lo suyo, porque es suya la campaña; ¡Desde el nacer de Ushuaia hasta el confín de la Quiaca, del pie de la cordillera a las orillas del Plata, y los rumbos que lo lleven al corazón de la pampa! Versos de Martín Castro