Ofrenda a la Pincoya Un Relato de Mitología Chilota Recomiéndanos en facebook Vota en su Ficha en el CAAD |
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A continuación puedes leer un relato de introducción a "Ofrenda a la Pincoya". Recuerda ir luego a las instrucciones o continuar con el relato interactivo.
El viento ulula afuera, golpeando las paredes de la cabaña... y la anciana abre un ojo.
Como siempre, no ve mucho más allá de sus propios pies. El tiempo se ha cobrado su precio y su vista es el más castigado de todos sus sentidos... pero no necesita la vista para saber que el viento no trae buenas noticias.
Hace días que la calma de la caleta ya desierta ha sido reemplazada por una sensación creciente de anticipación y este viento no es más que un signo de lo que la anciana ya sospechaba.
Se viene una tormenta, pero no una tormenta cualquiera.
Con un suspiro, la anciana cierra los ojos y, como le enseñara su abuelo hace ya demasiado tiempo, comienza a descender dentro de sí misma...
...cada vez más profundo...
...hasta trascender su frágil cuerpo y entrar en el reino de lo que el ojo humano no ve.
Se "dirige" entonces al mar, y una vez más, como hace ya meses, lo encuentra vacío en las aguas al alcance de la caleta. No hay ningún eco de los seres que habitualmente nadan y flotan en él. Es un mar yermo... demasiado yermo. Inútilmente "baja" más profundo bajo las aguas, tratando de encontrar qué ha causado este erial tan persistente, pero no "encuentra" nada nuevo.
Algo cansada, decide "volver" a la costa... y entonces lo "siente".
Es algo que la elude, pero está ahí, como el olor que sale del hoyo de un curanto de hace días. Reprimiendo su ansiedad, "extiende" su percepción, "aguzando" su "tacto" para encontrar el origen del "ruido" que perturba el equilibrio del mar, el aire y la tierra. La sensación es conocida: náuseas, un dolor como una patada en el estómago y una "presión" al intentar "enfocar" más el lugar... hasta que se vuelve imposible, hasta letal, "ir" más lejos. Pero ya sabe, al menos, que el origen no es un qué.
Es un quién.
Y él, también, sabe que ella está al tanto de su presencia y sus... actividades.
Mientras "regresa" a la cabaña, la anciana se pregunta quién habrá hecho el "trato" con el brujo que ha estado "echando males" en la caleta y el mar, al punto de ofender a La Pincoya. Eso ya no importa: el que "usó" al brujo pagó ya un precio.
Y seguirá pagando por mucho tiempo; ya lo ha visto antes, y sabe de sobra que estas cosas tienen un costo altísimo. Ese culpable se ha castigado a sí mismo de sobra.
De vuelta en la cabaña, la anciana "descansa" en su cuerpo, recuperando "energías"... y reflexionando cómo ha de recuperar el favor de La Pincoya.
Podría "llamar" a otro Machi, pero no hay muchos en la isla y, por lo que "vio" mientras estuvo "afuera" es muy probable que éllos y ellas tengan sus propios afanes. La esperanza de redención de la caleta queda en sus manos...
...que son manos ancianas y muy cansadas, la anciana lo sabe. Para preparar La Ofrenda que propiciará de vuelta el favor de La Pincoya hay que salir de la cabaña y trajinar no poco en la costa, tareas todas que están más allá de sus fuerzas terrenas...
...así que no queda otra que su nieto, Lucho.
Lucho, que siempre a "sentido" a su abuela, sin mayor preparación. Lucho, que perdió a sus padres y que, a pesar de esa pena, cuida de ella como una hija pero con el respeto debido a sus años. Lucho, siempre "sabiendo" lo que ella necesita, sin que ella lo "llame".
Lucho, tan parecido al abuelo de la anciana, que siempre "escuchaba la llamada del mar" más claramente que ningún Machi de Chiloé.
Lucho, tan joven para esta empresa tan urgente.
La anciana suspira. Ella sabe que los sueños de Lucho estos últimos días están desbordados de presagios; la fuerza de esos sueños es tal que es casi preferible que no haya más gente cerca de la caleta...
...pero son sueños auspiciosos, porque revelan que Lucho puede estar listo para iniciar las sendas "profundas" de sus ancestros, que ella le enseñará, orgullosa de poder continuar con el legado ancestral.
Si el tiempo les alcanza, claro. Y es que afuera, una vez más, el viento ulula en la costa...