ModusVivendi Modus Vivendi
Un relato de tiempos romanos
facebook  Recomiéndanos en facebook
vota  Comenta en itch.io
 INTRODUCCION   INSTRUCCIONES   AYUDA   RELATO INTERACTIVO   CRITICAS Y COMENTARIOS   OTROS RELATOS 

A continuación puedes leer un relato de introducción a "Modus Vivendi". Recuerda luego ir a la instrucciones o continuar con el relato interactivo.

La ropa sucia se lava en casa

Roma, circa 58 A.C. En alg�n lugar del Monte Aventino.

La lavandera entr� en la planta baja de su casa bostezando.

Todos los d�as era m�s o menos lo mismo: levantarse un par de horas antes del alba, preparar su desayuno arriba en el triclinio (limpiarlo despu�s....) y bajar luego de vuelta a la planta baja para disponer las cosas para el trabajo del d�a... todo ello con los ronquidos del "hu�sped" de la terraza como m�sica de fondo.

Mientras recog�a de un estante las escudillas, el pan, el queso y la leche (que por el olor, no pasaba de hoy...), mene� la cabeza. Aunque hac�a ya alg�n tiempo que el joven estaba alojado en su establecimiento, todav�a no lograba comprender del todo lo que pasaba por la cabeza del "muchacho".

No era pereza, eso estaba claro: el hombre se aplicaba diligentemente todos los d�as, en esto y aquello, ayud�ndola con las cosas que se necesitaban en la lavander�a o con los menesteres del barrio y de sus vecinos.

Incluso, para diversi�n de la lavandera, el joven ya ten�a algunos "clientes"... como los habr�a tenido seguramente de haberse quedado en casa atendiendo los asuntos de su propia familia. Una familia de la que el joven, seg�n �l mismo mascullaba, quer�a desentenderse "por el momento".

Una familia que, por los mal disimulados modos y refinamientos del joven, ser�a seguramente de buena cuna, si no noble.

A medida que dispon�a las cosas en el triclinio, la lavandera record� la primera vez que le hab�a preguntado a su alojado sobre el particular y c�mo �ste le hab�a dado largas al principio y explicaciones m�s bien vagas luego: hast�o con sus tradiciones familiares, desinter�s por los negocios y deberes de su reciente investidura ciudadana... evidencias todas de una aparente rebeld�a, que claramente escond�an algo m�s.

De hecho, el joven ten�a siempre un sue�o muy inquieto, producto de cierta excursi�n familiar a la que evitaba referirse en detalle, pero cuyo recuerdo lo atormentaba de noche. La lavandera le hab�a propuesto, preocupada, que consultara al m�dico del barrio, pero el ciudadano hab�a desechado el consejo, argumentando que "el tiempo y el trabajo estaban disipando esas sombras".

La lavandera suspir�. Abajo escuchaba a los esclavos que estaban entrando a la planta baja; como todos los d�as, tendr�a que ir a buscarlos y traerlos pr�cticamente a rastras escaleras arriba para que desayunaran con ella. Aunque los hombrotes no dec�an palabra, resultaba evidente que no se sent�an c�modos con todo ello. Sin embargo, el sentido de decencia de la lavandera y su propia experiencia de trabajo no le permit�an tener esclavos trabajando para ella sin darles el m�nimo sustento.

Mir� a la terraza, donde el ciudadano segu�a roncando y mene� la cabeza de nuevo. Como era tambi�n ya de costumbre, su "hu�sped" despertar�a con el canto del gallo y seguramente sabr�a buscarse la vida, con o sin desayuno. La lavandera sab�a que, mientras algo no le abriera los ojos, el joven seguir�a trabajando en el barrio, siendo de utilidad a sus vecinos y evitando pensar demasiado en las alternativas que segu�a postergando.

Pero esas alternativas eran asunto del joven y no de la lavandera, que ten�a un negocio que atender.

Como todos los d�as.

"Bueno," se dijo en voz baja la mujer, "al trabajo" y comenz� a bajar las escaleras.


Volver al Principio | Instrucciones |  Relato Interactivo
Octubre, 2010
Juan Sebastián Armas Maturana - Incanus
sarmasm@yahoo.com